
Si alguno de vosotros ha viajado a Japón, quizá coincidáis conmigo en que la sensación que se tiene al llegar es la de aterrizar en otro planeta. Un lugar donde todos los contrastes son posibles, y además conviven en armonía zen. Y así, la estética de "Blade Runner" de Tokio y Osaka se dibuja en el horizonte entre luces de neón con siluetas de templos. Los kimonos se entremezclan en las calles con las tendencias de moda más vanguardistas. Samurais y ejecutivos. Geishas y góticas aniñadas. La hiperactividad de las ciudades y el remanso de paz del mundo rural. Y es a éste al que quiero referirme. En concreto a un rincón muy escondido, pero de fácil acceso: El itinerario por los antiguos senderos postales de Japón.
Salimos de Nagoya ( ciudad a 348 km. de Tokio, bien comunicada) en tren destino Nakatsugawa. A la llegada, tomamos un autobús que nos llevará en 30
minutos al encantador pueblo de
Magome. Es como retroceder en el tiempo
hasta la época medieval japonesa. Desde aquí, sale el antiguo camino
postal de
Nakasendo, una ruta senderista que conduce, en un agradable paseo de 8 km. de unas 2
horas y media de duración, entre cedros y bambúes, a
Tsumago, el segundo pueblo
de postas. La Nakasendo era una antigua ruta comercial que comunicaba Edo, la
actual Tokio, con Kioto durante
los siglos XVII y XIX. Uno de los tramos más espectaculares de aquel
trazado atravesaba el
valle de Kiso, una región montañosa y boscosa a los pies de los Alpes Japoneses, por la que serpenteaban las caravanas de mercaderes.
Magome es un pintoresco pueblo que, igual que su vecino
Tsumago,
era una escala técnica para los comerciantes que cubrían la ruta entre
Kioto y Edo. La aldea está formada por antiguas casas de postas donde
los viajeros de la época Edo podían descansar y cambiar de caballos
antes de continuar su ruta. Los viajeros encontraban los servicios básicos, principalmente
comida, bebida y alojamiento pero también porteadores y cuidados para
los animales de carga. Los funcionarios y samuráis también se desplazaban para
realizar tareas administrativas siguiendo esta ruta.
Los pueblos eran puntos que utilizaba el gobierno para el
control de la red de caminos.Viajar por el sólo placer de viajar no
estaba permitido pero sí lo estaban los viajes religiosos. Por

eso, la peregrinación se convirtió
cada vez más en un fenómeno popular. Fueron apareciendo diferentes
centros religiosos, como el santuario de Ise dedicado a la diosa del
sol. Mientras, la economía iba floreciendo y esto pemitía a la gente disfrutar de más
dinero y tiempo libre para viajar, y los peregrinos que
se encontraban en las carreteras se multiplicaron por miles.
La mayoría de esas
antiguas casas postales han sido restauradas
al detalle y con mucho encanto. Sobre todo han sido transformadas en tiendas, donde venden
artesanía de la región y otros souvenirs. Las casas son de madera y sus
fachadas se alinean en la calzada de piedra de la ruta Nakasendo, que es la
calle principal del pueblo y asciende una empinada cuesta hasta perderse
por el monte. El pueblo recrea a la perfección el ambiente de la época.
Por las pequeñas acequias corre un agua limpia y fresca y las flores decoran las casas.
El camino no es difícil y está bastante bien señalizado.A lo largo de los 8 kilómetros no perdemos de vista el agua,
riachuelos y pequeñas cascadas, bosques de ciprés japonés y bambú. El
camino es un regalo para la vista y los sentidos. El silencio, solo interrumpido por el movimiento de los árboles, el murmullo de las aguas y el gorgojear de los pájaros, es nuestro compañero de viaje. Al comienzo vamos
encontrando algunas casas aisladas con sus huertos y plantaciones de arroz. Por todas partes brotan flores silvestres:
violetas, fresas silvestres … Y en especial las hortensias,
que crecen enormes entre los árboles.
Tsumago
fue en su día próspero y relativamente cosmopolita pero había caído casi
en el olvido y en 1968 los residentes locales empezaron una importante
labor de restauración. Actualmente es uno de los pueblos de Japón mejor
conservados y, como área protegida para la conservación de edificios tradicionales, no cuenta con elementos modernos que disturben la vista, tanto que, paseando por sus empedradas calles es muy fácil imaginarse
como debían ser aquellos días de máximo esplendor de la ruta Nakasendo, y es por ello, que se han rodado muchas películas ambientadas en tiempos remotos.
Restaurantes, casas de té y diferentes puestos callejeros, vendrán bien tras la larga caminata. Recomiendo las gohi-mochi, bolas de arroz en forma de brocheta así como las bolas de castaña.Y en verano, cualquier helado de té verde o de judía roja será más que bienvenido.
Y embriagada en el recuerdo de esta ruta donde naturaleza y esencia japonesa exploran territorios detenidos en el tiempo, os invito a descubrirla.
La vida es un largo viaje. Disfrutad de sus rincones.