Si algún tono define a Trinidad es el
amarillo. Una explosión de este color que salpica el cielo con un
increíble sol en las horas centrales del día, los edificios de sus
calles empedradas y hasta sus coco taxis.
Esta
pequeña joya caribeña fue una de las primeras villas coloniales
fundadas por los españoles allá por 1514 y es también conocida como la
Ciudad Museo de Cuba por poseer uno de los conjuntos arquitectónicos
mejor conservados y más completos del continente americano. Fue
declarada Parimonio de la Humanidad en 1988.
Mansiones
coloniales, amplias y con bellos patios,
palacios que hablan del lujo de antaño...Todo, con una ornamentación
neoclásica que se refleja en murales, molduras marcos de madera y, muy
especialmente, en las espectaculares y artísticas formas de sus verjas
que los forjadores de hierro soñaron convirtiéndolas en uno de los
mayores encantos de la ciudad.
La
Plaza Mayor es el epicentro de la ciudad, y junto a la de Santa Ana y de
las Tres Cruces, el Campanario de San Francisco y sus maravillosos
palacetes, constituyen la Trinidad más monumental.
Pero como sudece
siempre, la auténtica magia del lugar se descubre al pasear por sus
callejuelas llenas de vida, alegría y música...La música que brota a
borbotones de los bares que, como el Regidor, invitan a un pausa donde
refrescarse con un mojito y dejarse envolver por las notas de temas de
Silvio Rodríguez. Y es que, en Trinidad, tiene su hilo musical expandido
por toda la ciudad: en la Casa de la Trova, La casa de la Música...
Salsa, son, trova, timba, mambo o chachachá te pedirán seguir el ritmo mientras paseas por sus calles.
Salsa, son, trova, timba, mambo o chachachá te pedirán seguir el ritmo mientras paseas por sus calles.
La vida es un largo viaje. Disfrutad de sus rincones.